WOS Festival 2017: invasión artística de Santiago
Para aquellas personas que estudiamos en Santiago, una visita a esta ciudad adquiere sí o sí tintes nostálgicos. Sin embargo, también es cierto que cada vez que se visita nos da algo más.
Desde hace cuatro años ya, la ciudad es escenario del WOS Festival, un evento que une danza, charlas, encuentros con artistas, música y cine, en una programación cuidada hasta el detalle y que se celebra en numerosos espacios de Santiago: la Fundación Eugenio Granell, a Cidade da Cultura, el Riquela, a Igrexa da Universidade, la Sala Capitol, el Teatro Principal o la Sala Malatesta, entre otros.
Este año, la oferta musical ha servido para concluir lo que ya se sabía: el WOS tiene estilo propio y se aleja del estilo de festivales indies del verano. Quiere y ha conseguido ser vanguardista y reunir estilos completamente diferentes pero que encajan como el suelo empedrado de la Praza do Obradoiro: los portugueses Sensible Soccers, The KVB, K-X-P, Julia Kent, Nite Jewel, Alicia Carrera, Mounquq, los catalanes Za! & Diola, Greg Fox… Gracias a todos ellos, Santiago sonó a ambient, noise, pop, rock experimental, punk o tecno.
Podríamos hablar de los conciertos de la Sala Capitol, referente de la ciudad, o de los de la Malatesta, con su look underground, pero hubo dos eventos claves en la programación que merecen una atención especial: la performance de Robert Henke en el Teatro Principal y el concierto de la violonchelista Julia Kent.
Robert Henke o el trascender a los cinco sentidos
Robert Henke nos sumerge con Lumière III en un estímulo continuo del que no se puede escapar. Los láseres de precisión y el sonido multicanal de esta performance audiovisual entran por oídos y vista transformando durante hora y diez la percepción de nuestros sentidos.
Tocamos con la pupila células preparando su mitosis, olemos a través del tímpano la humedad de gotas rabiosas que luchan por alcanzar el alféizar o contemplamos un eclipse de sol perdidos en un pasadizo imposible.
Los círculos y cuadrados se reflejan en graves golpes, mientras las líneas más finas en movimiento recuerdan a acuosos toques contra un tejado. Ese juego, creado a la perfección, te hace sentir que no hay otro sonido para esa forma, ni otra forma para ese sonido.
Es una abstracción tan intensa e implacable que cuando abren las puertas del Principal parece que todo quedará ya modificado bajo su influjo.
Julia Kent, retablos musicales
Entrar en la Igrexa da Universidade fue ya un espectáculo en sí mismo. El retablo mayor se presentó ante nosotros nada más abrir las puertas. Pero su observación, se hizo todavía más memorable durante el concierto de Julia Kent. La emoción crecía como el musgo en la fachada y los arreglos electrónicos de su chelo y sus intensas y melancólicas piezas se metían en la piel junto a la humedad que se respiraba.
La madera vibraba. Se retorcía con cada nota, mientras los oyentes viajábamos en un místico recorrido del cielo al infierno y del infierno al cielo.
En un momento del concierto, el eco del chelo se filtraba entre las columnas e imágenes. Parecía que las notas se escapaban para anidar acordes junto a las palomas y permanecer allí, por lo menos, hasta la siguiente edición del WOS Festival.
Festivales relacionados: L.E.V, en Gijón.
Crónica escrita por nuestra colaboradora Andreia Agra (frufrüOrigami).