Benjamin Clementine y su lirismo rebelde
Conocí a Benjamin Clementine escuchando Carne Cruda mientras copiaba y pegaba texto en el trabajo. Javier Gallego y su equipo de colaboradores y colaboradoras hablaban sobre campos de refugiados, guerras y muertes en el mar. Para acompañar el reportaje, escogen Phantom of Aleppoville y hacen que mi mundo se detenga unos minutos envuelto en una voluble atmósfera.
Por suerte, las casualidades de la vida hacen que meses después Benjamin Clementine sea uno de los artistas invitados en el Ciclo Galicia Importa, en un concierto titulado «An Evening with Benjamin Clementine & His Parisian String Quintet», en el Palexco, en donde el músico interpreta temas de sus dos últimos álbumes (At least for now y I tell a fly) acompañado de un quinteto de cuerda, entre los que se encuentra la chelista Barbara Le LiePvre.
Fragmentando a Benjamin
En el escenario, él se desestructura en partes, se fragmenta en equilibradas porciones mientras los violines, la viola, el contrabajo y el violonchelo adornan sus antojos.
Su voz es un niño travieso cansado de jugar siempre a lo mismo. Benjamin cambia de juego en cada nota. Entona, recita, narra, grita, habla, llama nuestra atención, interactúa con las personas que se levantan de la sala, y vuelve a entonar, bajo sus reglas, por impulsos.
Sus pies descalzos aportan ritmo puntualmente. Son el instrumento de percusión contra el suelo del escenario. Sus manos toquetean las teclas del piano y, puntualmente, una misteriosa caja.
Su cuerpo actúa, representando las honestas letras de sus canciones. Camina de un lado a otro del escenario, moviendo brazos y piernas como si fuera un viejo y elegante robot, vestido con una romántica camisa blanca.
Ese instante
Él está en su casa, acercándose al piano de vez en cuando, como quien va a la cocina a coger un yogur o como quien se sienta en el sofá después de un duro día de trabajo.
Transmite precisamente esa tranquilidad, esa paz que todos sentimos en casa, pero que al mismo tiempo se puede ver interrumpida por el portazo de un vecino o el sobresalto de una llamada de teléfono.
Todo eso hace que te llegue muy adentro, que te bombee la sangre con su profunda voz y sus letras intimistas y que se produzca un hecho que solo logran algunos artistas.
El pasado miércoles ocurrió mientras sonaba Condolence y Benjamin Clementine hacía cantar el estribillo a todo un auditorio, libre de complejos, siguiendo a rajatabla las instrucciones del artista. I’m sending my condolence to fear. I’m sending my condolence to insecurities.
Ahí es un cuando brota; brota esa característica lágrima que solo nace cuando presencia un espectáculo sincero, pulcro y, al mismo tiempo, caprichoso y rebelde. Brota porque sabes que estás viviendo algo irrepetible con personas completamente desconocidas; algo que que os une a todos y todas: esa sensación de saber lo que cada persona piensa y siente en esos instantes, porque estás completamente segura de que piensan y sienten exactamente lo mismo que tú.
Vídeos del concierto
Vídeos: Judith Abella.
Crónica escrita por nuestra colaboradora Andreia Agra (frufrüOrigami).